Mi querida Ana:
Tú eres grande en tu pequeñez y
desde tus sueños puedes comprender que nadie te arrebatará los arpegios
interiores que lanzan llamaradas sobre la árida existencia.
Tú eres tan magnífica como tus
sueños y sólo tus sueños condicionan tus pasos y tu joven existencia….Si sueñas
que el mundo puede cambiar entonces tus pasos se encaminarán a poner un grano
de arena en la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Si sueñas que tú has nacido para ser grande
tus motivaciones e intereses irán a beber de la fuente que mana el conocimiento
y lucharás con todas tus fuerzas para superar la mediocridad y aspirar a lo
perfecto.
Me
dices malhumorada que estás harta de tu soberbia y que te encantaría no ser
así. ¡Cómo me agrada tu propio combate para luchar contra tus propias
debilidades y tus propias limitaciones en un mundo cada día más satisfecho en
su propia mediocridad!
Ana, en el cuento de Blancanieves y los siete enanitos, la madrastra era presumida y creía en su orgullo que no había nadie en el mundo tan bella e inteligente como ella. Quedó herida en su ego cuando descubrió que había otra más atractiva y la envidia más atroz la poseyó. Y decidió acabar con Blancanieves.
Y la soberbia es, en el fondo, la que nos envuelve a todos, desde el más chico al más grande.
La exigencia evangélica a vivir la humildad brota en toda su extensión como una urgencia para vivir en verdad.
Para vivir en verdad es necesario la corrección fraterna. La apertura al otro lleva necesariamente grandes dosis para purificar nuestras actitudes y conductas, palabras y sentimientos, proyectos y omisiones.
¡Qué difícil es abrirse a la corrección fraterna...! Cuando alguien nos critica nuestra primera reacción, en la mayor parte de las veces, es el malestar hacia esa persona, pero no olvidemos que sin esta corrección muchas dimensiones existenciales quedarán ocultas y seremos como la madrastra repelente, ensimismada en su ego y engañándose a sí misma en su orgullo.
Madre Teresa de Calcuta escribía
en el año
Ana, cuando te encuentres a un hombre y a una mujer humildes te sugiero que les mires atentamente y te preguntes sinceramente qué es lo que los hacen grandes y los diferencia de otros muchos de tu entorno.
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