Ana, mi amiga:
Comentaba Gracián que “un hombre para serlo completamente, tenía
que vivir tres vidas y emplear la primera en hablar con los muertos (leer); la
segunda con los vivos (viajar) y la tercera, consigo mismo (reflexionar)”
Bien sabemos que la lectura nos reconcilia con la memoria colectiva y nos une al alma de los mejores hijos de la humanidad.
Bien sabemos que los viajes a otras culturas y países nos ayuda a tener una mirada universal y planetaria, ajena al fanatismo.
Bien sabemos que la reflexión y la meditación nos hacen saborear la vida y nos hace cada día más humanos, más sencillos y más tolerantes.
¡Cómo
me gustan tus preguntas críticas con tu entorno! ¡Es el camino adecuado para
ser tú misma y construir un mundo más acorde con “entrañas de misericordia y de
humanidad” que tanto necesitamos para crecer!
Me
dices que en tu barrio cada día se ven más gente de otras razas y de otras
religiones. Y te preocupas por Andrés, un antiguo amigo de tu pandilla que se
ha integrado en una patrulla de inspiración nazi. Además, sabes de muy buena
tinta que ha llegado a torturar a un joven extranjero para poder entrar en ese
movimiento.
El racismo es una lacra de la sociedad y un reclamo ideológico que impide
la tolerancia y el respeto a los demás en este tiempo.
¡Cómo me gusta lo que has intentado aunque haya sido en vano! ¡Cómo me agrada lo que le has dicho: “no debes de tener una actitud beligerante y violenta con los otros, y que en una sociedad plural y democrática hay sitio para todos!
¡Me da pena, como te ocurrió a ti, la respuesta que te dio: “Todos los extranjeros son basura! Hay que echarlos del país”!
¡Ana,
fuiste valiente a la hora de manifestar esas opiniones tan auténticas y tan
llenas de sensatez, aunque la respuesta de Andrés fuera tan lejana a tus
propias pretensiones! ¡Gracias por tu valentía y tu compromiso en esta sociedad
tan propensa al pasotismo y al silencio!
Comparto contigo la creencia en el poder del amor. ¡Será el amor y la solidaridad los que triunfen en nuestro mundo!
Ana, el otro día leí este manifiesto que me parece ideal para ayudarnos a comprender que pertenecemos a un mundo cada vez más interrelacionado: “Tu Cristo es judío; tu coche, japonés; tu pizza, italiana; tu democracia, griega; tu café es brasileño; tus cifras son árabes; tu escritura, latina. Y tu vecino, ¿un despreciable extranjero?”
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