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2/9/25

47º CORREO: ANA Y LA AMISTAD.


47º CORREO: ANA Y LA AMISTAD. 




INTRODUCCIÓN A 100 CORREOS PARA ANA

 El encuentro fue “casual”. Un sacerdote chateaba por Internet y apareció “Ana”, una joven en busca de su identidad.      
  Estos correos son el fruto de una reflexión serena y un deseo sincero para transmitir a los jóvenes las preguntas, las dudas, las inquietudes y las posibles “búsquedas” en clave cristiana.        


47º CORREO: ANA Y LA AMISTAD. 




              

   Ana:

 

        Gracias por tu amistad. “Amigos verdaderos son los que vienen a compartir nuestra felicidad cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados”   (Demetrio de Falerea).

     La amistad es el mayor regalo que podemos recibir en nuestra existencia y el mayor reclamo de la vida es buscar al amigo que sea capaz de iluminar con su sola presencia los huecos de nuestro corazón.

   El amigo es un compañero de viaje que contagia con su presencia los caminos del peregrinar que llevamos y en los momentos de dolor está sin preguntar, sin exigir, sin controlar, sin criticar, sin huir.

 El amigo es la llama de nuestra hoguera que arde sin consumirse aún sin estar cerca.

 En la amistad tenemos que hacer caso de Fray Luis de Granada cuando decía que “los hombres deberíamos tener para con Dios un corazón de hijos, para con los hombres un corazón de madre, y para con nosotros mismos un corazón de juez”.

  ¡Qué razón tenía Fray Luis que invertir estos papeles genera una vida agria que no hace otra cosa que desconfiar de los otros y nos lleva al egoísmo más cierto!

    Cuando juzgamos a los demás con un corazón de juez y a nosotros con un corazón de madre puede ocurrir que la balanza se gire hacia el engaño más brutal y no consigamos otra cosa que la desconfianza y el recelo para con los otros.

  Cuando el corazón de madre se vuelca hacia la empatía y la comprensión hacia el otro entonces se enciende una estrella en el cielo y un rayo en el corazón. 

Nuestro encuentro fue casual navegando ambos por esas “autopistas de la comunicación” y, de pronto, en un foro, no recuerdo cuál fue, nos encontramos y nuestros correos han sido ininterrumpidos. ¡Tú me hacías partícipes de tu vida y de tus inquietudes, y yo intentaba encontrar la luz en medio de tus preguntas!           

Cuando el Señor nos concede el regalo de un amigo entonces los pasos inciertos de la vida se hacen más llevaderos y nuestra existencia se ilumina con el don de la compañía íntima que satisface el corazón.

 No esperemos un amigo adulador y calculador, ajeno a la verdad y a la crítica. Ya lo decía Alfred de Muset: “Lo malo del amigo es que nos dice las cosas desagradables a la cara; el enemigo las dice por la espalda”.

El amigo nos recrimina con la máxima caridad nuestros fallos pero fíate de él cuando te mira a los ojos y te dice verdades como puños.

 Dios nos libre de esos enemigos que sonríen en tu presencia y aplauden tus decisiones cuando estás delante pero cuando das la vuelta critican hasta tus calcetines y tus más íntimos propósitos. 

¡Por favor, Ana, intenta proteger la amistad y cuidarla con la mayor de las exigencias! Será lo mejor que te ocurra en tu vida.




Un amigo



    



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46º CORREO: ANA Y LA GLOBALIZACIÓN.


46º CORREO: ANA Y LA GLOBALIZACIÓN.

INTRODUCCIÓN A 100 CORREOS PARA ANA

 El encuentro fue “casual”. Un sacerdote chateaba por Internet y apareció “Ana”, una joven en busca de su identidad.      
  Estos correos son el fruto de una reflexión serena y un deseo sincero para transmitir a los jóvenes las preguntas, las dudas, las inquietudes y las posibles “búsquedas” en clave cristiana.        


46º CORREO: ANA Y LA GLOBALIZACIÓN.






               Ana:

 

  Tus propias preguntas me hacen buscar unas adecuadas respuestas y eso me hace estar en continua búsqueda. ¡Eso es bueno también para todos porque somos en el fondo “peregrinos” y “una pregunta que no cesa”!

     El otro día me decías que estabas hecha un lío y que no entendías bien lo que significaba una palabra talismán en las conversaciones, debates, estudios y tertulias: globalización. Y me pedías que, si era posible, te informara de ello.

  ¡Ana, cómo resumirte en pocas palabras un fenómeno mundial que ha llenado miles y miles de libros en las bibliotecas! ¡Lo intentaré!

   Una característica del mundo actual es la tendencia a la globalización, entendido por tal el hecho de vivir en una tierra cada vez más interconectada e interdependiente. Factores decisivos de esta tendencia han sido el gran desarrollo de los transportes, las comunicaciones y las telecomunicaciones, especialmente Internet.

  Hay una globalización económica “que trae consigo ciertas consecuencias positivas, como el fomento de la eficiencia y el incremento de la producción, y que pueden fortalecer el proceso de unidad de los pueblos y realizar mejor el servicio a la familia humana. Sin embargo, si la globalización se rige por las meras leyes de mercado aplicadas según las conveniencias de los poderosos, lleva consigo a consecuencias negativas. Tales son, por ejemplo, la atribución de un valor absoluto a la economía y de la naturaleza, el aumento de las diferencias entre ricos y pobres, y la competencia injusta que coloca a las naciones pobres en una situación de inferioridad cada vez más acentuada…”. Quién así se expresa es el Papa Juan Pablo II en el Documento “Ecclesia in América, 20)

   La globalización está permitiendo crear más riqueza y la está distribuyendo de manera que la brecha existente entre los países ricos y los países pobres se hace más grande. Según el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Informa mundial sobre el desarrollo 1998), en 1960 el 20% de la población mundial residente en los países más ricos tenía una renta 30 veces mayor que la del 20% de los más pobres; en 1995 su renta era ya 82 veces mayor.

    Bastantes empresas multinacionales son ya más poderosas económicamente que la mayoría de los Estados del mundo. De hecho, la mitad de las cien mayores economías del mundo no son Estados nacionales, sino empresas transnacionales.

   La globalización hace que las empresas deban competir como productos fabricados en países que practican el llamado “dumping social”, abaratamiento anormal de los precios, principalmente en el extranjero, con el fin de destruir la competencia.

   La globalización carente de regulaciones aumenta las desigualdades económicas. A nivel internacional está vigente el modelo de desarrollo 20:80, que nos permite al 20% de la humanidad que vivimos en el Norte acaparar el 80% del Producto Mundial Bruto.


Un amigo



    



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