Ana:
Tu voz es mi propia conciencia que deambula en la búsqueda
y tus preguntas son mis propios interrogantes llenas de autenticidad.
A veces, tus propios correos son espadas hirientes que
marcan mis propios silencios y mis temores, mis miedos y mis aspiraciones.
¡Parece como si mis fantasmas salieran del sótano y me hablaran sin protocolos!
¡En el fondo somos dos peregrinos en busca de nuestra propia identidad y eso te
lo agradezco sobremanera!
Tu correo anterior me ha dejado
herido y, al mismo tiempo, sorprendido. Son mis propios interrogantes los que
reflejas con fuerza y con intensidad. Y me preguntas “¿Qué está pasando en la Iglesia cuando descubres
que la práctica a la eucaristía dominical está bajo mínimos? Vivimos una nueva época
evangelizadora en la Iglesia
y en la transmisión de la fe. Y en esa transmisión evangelizadora de las
generaciones más jóvenes no se vislumbran como algo esencial la asistencia a la
celebración litúrgica de la fe.
Tenemos que huir de los
triunfalismos eclesiales y asumir el triunfo de la cruz, pero te digo por
convencimiento que hoy se experimenta una verdadera primavera en el camino de
la historia en este Tercer Milenio del Cristianismo.
Hay signos marcadamente positivos
en la Iglesia
actual: la presencia creciente de los seglares en la vida de las comunidades y
parroquias, los esfuerzos cada vez más testimoniales de los cristianos para
confrontar sus vidas y sus comportamientos con el Evangelio y el Espíritu del
Maestro, el aumento de las vocaciones religiosas y sacerdotales, el alejamiento
de la jerarquía eclesiástica del poder político, el número ciertamente
infrecuente y poco relevante de las secularizaciones religiosas y sacerdotales,
la recuperación de la dimensión espiritual en la Iglesia tras una etapa
ciertamente caracterizada por una tendencia activista en el diseño práctico de
la fe, el prestigio internacional de Cáritas como una de las instituciones más
importantes de ayuda al Tercer Mundo, el florecimiento de movimientos
apostólicos, el esfuerzo de intelectuales y de la Iglesia misma para
dialogar con el mundo y la cultura actual, la presencia cercana del ministerio
presbiteral en las comunidades y pueblos...
Verdaderamente hay también
grandes lagunas y puntos oscuros en la Iglesia actual, pero no valorar los aspectos
positivos de esta Iglesia sería distorsionar la realidad y no hacer justicia a
la andadura contemporánea del mismo Pueblo de Dios, marcado por la asistencia
del Espíritu Santo, auténtico protagonista de la evangelización y de la Iglesia misma.
Un amigo.