Ana:
Me recuerdas con angustia que el 11 de Septiembre, aconteció la caída de las “Torres Gemelas” y que aún no puedes olvidar ese drama que dejó sorprendido a todo el mundo. ¡Me dices que acababas de llegar del Instituto y que estabas comiendo con tu familia! ¡Parecía una película americana me comentas y tienes razón!
¡Si, Ana, el 11 de Septiembre del 2001, la fábrica de los sueños se tambaleó...! Siempre supimos que la ola de violencia y terror que se proyectan en las películas, patrocinadas por Hollywood. Pero siempre los defensores de la libertad incondicional habían propuesto en nombre de esa libertad que era conveniente y necesario expresar esa dimensión en las pantallas cinematográficas.
En esta ocasión, la solución no fue el triunfo de los defensores del país y de la libertad, como tradicionalmente gustan los finales de esas películas “made in USA”, sino la destrucción de las torres gemelas en Nueva York y el Pentágono.
De la misma manera que las grandes torres se desmoronaban ante el asombro del mundo, cayendo planta a planta a “efecto dominó”, también el orgullo y la defensa nacional se desvanecían por “arte de magia” ante los ojos incrédulos del mundo.
Y la población americana y sus aliados dieron carta blanca al Presidente para ejercitar la guerra contra el terrorismo internacional.
El “león herido” exige víctimas y la población necesita sacrificios para ver satisfecha su venganza. Y parece como si hasta ese momento toda guerra o conflicto, que se cuentan por cientos en el mundo, no hubieran tenido huella en ningún rincón del mundo o al menos hubieran dejado “casi indiferentes” a muchos, que se “rasgan las vestiduras” y piden la lucha contra el terrorismo internacional.
Si este hecho sirve para mirar con ojos de recelo al terrorismo de cualquier parte del mundo, sea de la nación que sea, y dar carta de ciudadanía a la solidaridad mundial, entonces los frutos perdurables de este grave acontecimiento no serán solamente los miles de muertos y ni la destrucción de unos edificios emblemáticos del país más influyente del mundo.
¡Toquen las campanas, a gloria o a réquiem, “estamos en un nuevo milenio”!
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