Ana:
Tu mayor regalo es tu juventud, verdadera esperanza para la sociedad y para el mundo.
El Concilio Vaticano II afirmaba que “el encanto de la juventud es la facultad de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas”.
¡Si, la facultad de alegrarse con todo lo que comienza, con todo lo que verdaderamente nos lanza hacia el futuro y hacia todo lo nuevo!
¡Si, la facultad de darse sin recompensa, de la generosidad y de la donación por la transformación de la sociedad sin medida y sin mediocridades!
¡Si, la facultad de renovarse hacia nuevas cotas de justicia, de fraternidad, de paz y de solidaridad!
Pero ¿cómo ser la verdadera esperanza para la sociedad y para el mundo?
Retomo las palabras del Concilio Vaticano II en ese mensaje dirigido a los jóvenes, que son unas palabras llenas de vitalidad. Son palabras de los años 60 pero que aún conserva su actualidad: “Negaos a dar libre curso a los instintos de violencia y de odio, que engendran las guerras y su cortejo de males. Sed generosos, puros, respetuosos, sinceros. Y edificad con entusiasmo un mundo mejor que el de vuestros mayores”
¡No creas en el violencia y en sus aliados que retrasan el día de la justicia y los caminos de la paz!
¡No creas en la venganza y en el odio que son veneno mortal para el crecimiento de la humanidad!
¡No te dejes arrastrar por la violencia porque “la violencia acostumbra a crear violencia” (Esquilo) y no seas una violenta en tus relaciones cotidianas!
Ana, ¿cómo ser una bendición para la sociedad y para los demás, y qué camino recorrer en nuestra vida?
Gandhi, uno de los profetas más importantes del siglo XX, tenía un decálogo maravilloso para vivir y para actuar, un camino válido para los jóvenes:
Decir la verdad, practicar la no violencia, practicar la castidad, comer lo indispensable, poseer sólo lo necesario, ganarse la vida con el trabajo, servir al prójimo, creer que todos los hombres y los niños son iguales, no temer a nada ni a nadie.
¡Si, Ana, en este momento mi corazón canta agradecido por el don maravilloso de tu juventud y de todos los jóvenes!
Quisiera expresarte la acción de gracias que he hecho a Dios por vosotros, jóvenes:
Gracias, Dios mío, por los jóvenes que cabalgan con generosidad y asumen la vida que corre en su cuerpo a borbotones.
Gracias, Señor, que nos haces descubrir que la existencia del ser humano es un dinamismo evolutivo hacia la perfección y el crecimiento, aunque el cuerpo se deteriore al paso de los años.
Gracias, Señor, porque en el combate con la vida los jóvenes eligen la sonrisa, la pasión, el ofrecimiento, la ayuda al prójimo y la bondad.
Gracias, Señor, que haces grande los segundos de cada minuto de nuestra vida aunque nos parezcan que son insignificantes y anodinos.
Hoy, Señor, he recordado ante un crucifijo que “si los jóvenes tiemblan, el mundo se muere de frío”.
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