INTRODUCCIÓN A 100 CORREOS PARA ANA
El encuentro fue “casual”. Un sacerdote chateaba por Internet y apareció “Ana”, una joven en busca de su identidad.
¡Estos correos son el fruto de una reflexión serena y un deseo sincero para transmitir a los jóvenes las preguntas, las dudas, las inquietudes y las posibles “búsquedas” en clave cristiana.
32º CORREO: CONSEJOS PARA ANA.
Ana:
Intenta en los momentos de la vida abandonar la cobardía y amarte valentía.
Tú solo abrirás con tu llave invisible la puerta de la intimidad y lucharás, cual se tratara de una heroína, contra los fantasmas que desean arrancar tus sueños.
Abandona la hipocresía, que te traslada fuera del camino de la sinceridad y te hace bajar a “la cueva de los disfraces”, y lánzate a la aventura para purificar tus pensamientos desde el dominio interior de tu voluntad.
En tu mundo, tu pequeño mundo, los aliados de la nada van arrasando lo que encuentran a su paso. ¿Acaso vas a permitir que tu riqueza espiritual sea aniquilada? ¿Vas a dejar que tu pasado se desvanezca y deje que domine la nada?
¡No, por favor, huye del egoísmo y de la envidia, y déjate llevar por las sendas de la entrega y la generosidad!
Tú misma querrás, por momentos, no haber nacido, e incluso te sentirás perdida o sola, tal vez querrás desaparecer para siempre. Pero nunca te canses de hacer el bien, aunque muchos te digan que “eres una antigua” y que “eres imbécil”.
Intenta, Ana, siempre, a tiempo y a destiempo, optar siempre por el amor y prestar tu corazón a los que sufren a tu alrededor. ¡Sé una auténtica buena samaritana en el camino de la vida!
Jamás te dejes llevar por el desánimo y pon en tu interior el fuego de los ideales más auténticos, del tesoro más precioso que ha hecho grandes a los seres humanos y a los pueblos.
Nunca intentes ver “la paja en el ojo de tu hermano” sin antes reparar en “la viga que obstruye el tuyo”. ¡Ten compasión de los fallos del otro y nunca te conviertas en un juez sin misericordia!
Busca sin desfallecer un mundo más auténtico y solidario, más justo y más fraterno, más “casa de todos” que “infierno dominado por la ley de la selva”.
Intenta, Ana, ser capaz de ver en el rostro del que te rodea a un hermano y nunca antepongas en tus relaciones humanas lo que te separa antes de meditar en lo que te une a esa persona. De lo contrario, tus diferencias serán un muro que destruye y margina.
Busca sin desfallecer la senda del amor, que será el único camino capaz de liberar y salvar a la humanidad.
Descubre, Ana, que eres única e irrepetible, y que eres especial a los ojos de Dios.
¡Seguro que encontrarás todo lo que necesitas para vivir, para superarte y para crecer!
Un amigo.
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